Creo que vale, para Fernando, aquella dedicatoria con la que Maugham comienza su novela El filo de la navaja:
“Quizás cuando su vida acabe no deje de su paso por la tierra señales más profundas que las de un canto arrojado al río deja sobre la superficie del agua... Pero también puede que el modo de vivir que para sí eligió y la extraña reciedumbre y dulzura de su carácter lleguen a ejercer poco a poco creciente influencia sobre los demás hombres, hasta que quizá muchos años después de su muerte comprendan que vivió en esta época un hombre muy notable”.
… a lo que habría que añadir que las huellas dejadas por el paso de Fernando son indelebles y no solo están en el fondo editorial de “La liebre”, sino también en el fondo del corazón de quienes le conocimos.